Por una economía crítica
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Resumen
La revista The Economist, en su número del 28 de septiembre de 2002, hace una muy interesante analogía respecto a la crisis que vive Estados Unidos desde fines de los años noventa, y que aún no toca fondo, con la crisis que este mismo país vivió en los años treinta del siglo XX. La comparación podría pasar desapercibida si no fuera porque ésta caída cíclica formó parte de la primera gran crisis de largo plazo de la economía mundial, la cual llevó a la sustitución de Gran Bretaña por los Estados Unidos en la función hegemónica del sistema económico internacional y cuyo proceso de reajuste requirió, además de la depresión de los años treinta, las guerras mundiales del siglo XX, dos grandes revoluciones socialistas, el surgimiento del fascismo, y grandes cambios económicos, políticos, sociales y culturales en el mundo.1 Resulta interesante advertir que la revista estadounidense reconoce que los economistas de ese país no han podido preveer la magnitud y trascendencia de la crisis actual en el país más militarizado del mundo y menos aún que ésta, desde nuestro punto de vista, forma parte de la segunda crisis de largo plazo de la economía mundial, iniciada a fines de los años sesenta del siglo xx, cuya principal expresión es la altísima concentración y centralización del capital en unas cuantas empresas de los países ricos del mundo, que utilizan la tecnología de la información para desempeñar un papel hegemónico en la producción de bienes y servicios y en el intercambio de dinero y capitales en escala mundial teniendo como primeras consecuencias el derrumbe del llamado socialismo, el surgimiento del neofascismo y el riesgo enorme de una tercera guerra mundial.
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